En todas partes se habla de inversores, business angels, incentivos fiscales a la inversión, que hay que invertir en empresas de nueva creación, y un sinfín de argumentos para fomentar el espíritu inversor.
Antes de tomar una decisión sobre si quiero empezar a invertir en algo, es recomendable hacer una serie de reflexiones sobre los objetivos que busco al invertir, los riesgos que estoy dispuesto a asumir, mi propia capacidad de invertir, el tiempo y la implicación que le deseo dedicar, el tiempo de permanencia… En definitiva, he de diseñar una estrategia de inversión.
Dando un paso hacia atrás para poder ver mejor el bosque de la inversión, se puede ver un cuadro comparativo de los tipos de inversor que a grandes rasgos describe a cada una de las tipologías básicas:
Aunque nadie tiene la verdad absoluta sobre los tipos de inversor, ya que no son compartimentos estancos, más o menos la clasificación puede hacerse en:
— FFF (Amigos y Familia, del Anglosajón Friends, Fools & Family)
— Business Angels, VCs (Venture Capital) y
— CR (Capital Riesgo).
Cada tipo de inversor tiene unas motivaciones, una experiencia, dedicación e invierte una cantidad.
Por ejemplo, un inversor tipo FFF (Amigos & familia) suele invertir poco dinero, con poco apoyo y sin hacer muchas preguntas, y por lo general no invierte más que en un par de proyectos en su vida. En cambio un business angel invertirá una media de 20.000€ por proyecto, en rondas de unos 200.000€ de media (Datos de EBAN 2010), varios proyectos a los que poder dedicar tiempo además de dinero y con un análisis “semi-exhaustivo/no profesionalizado” de la inversión.
Fuera de este cuadro están los “Inversores Financieros” puros y duros con o sin ventaja fiscal. Cuando el ladrillo no da más de sí, la bolsa no da más que quebraderos de cabeza y tener el dinero bajo el colchón está penalizado, algunos inversores típicamente más orientados a bolsa o inmobiliario tienden a probar a invertir en “startups” o proyectos de nueva creación. Casi por probar suerte, sin conocer el sector, ni implicarse con él, a ver si toca. Si es éste el caso, este inversor posiblemente haría mejor en acudir a foros, rodearse de otros inversores más experimentados, asistir a charlas y seminarios de inversión, y después de un tiempo desarrollando olfato y conocimiento, iniciar su primera operación en co-inversión con otros inversores que lideren la operación.
Y es verdad que aquí para volar hay que aprender a andar. Un primer batacazo suele ser el último y eso es lo que menos nos interesa, sangrarle a alguien unas decenas de miles en su primera operación y que la cosa vaya mal. Entonces, la próxima vez que un emprendedor le presente el proyecto, antes de sentirse tentado a pecar, irá al primer concesionario de Porche que tenga a mano, que aunque no desgrave, por lo menos lo disfruta.
Por lo contrario, el que ha coinvertido con otros, aprendido de ellos y puede que hasta ganado algo de dinero, seguirá co-invirtiendo, es decir, sumando capital al ecosistema de financiación, hasta que se decida a liderar su primera operación o, incluso, hacer una en solitario. Entonces tampoco le importará desgravar fiscalmente, ya que las plusvalías le darán más rendimiento que el 20% hasta un límite de 4.000€, que propone la Comunidad Foral de Navarra.